El general José Millán-Astray (1879-1954) era un bohemio del patriotismo y del heroísmo, a quien le venían de familia su agudeza, su fantasía creadora y sus profundas dotes de psicólogo, favorecidas por la profesión del padre -jefe de prisiones de Madrid, poeta, articulista y autor de libretos de zarzuela- y la de su hermana Pilar, ilustre novelista y comediografa. Tenía 19 años en 1889 cuando ingresó en la Escuela de Guerra con brillante hoja de servicios, llegó a ser profesor de ocho asignaturas distintas en la Academia de Toledo y, ya oficial de Estado Mayor, fue agregado al Ejército francés. En 1922 publicó un manifiesto exaltando la disciplina contra la intervención del Ejército en la política nacional; más tarde un libro sobre el Tercio y varios folletos. Le entusiasmó El Bushido código espiritual de los samurais, escrito por el profesor tonkinés Inazo Nitobe y lo tradujo y publicó en 1941, cuando ya había apoyado gran parte de sus lecciones morales a los cadetes y el esquema de su Credo legionario, un idealismo lleno de fantasías románticas con la muerte como novia y reflexiones de corte modernista.
Fue Millán-Astray conferenciante pródigo y admirado en España, Francia, Italia y América, donde su palabra encendía los ánimos con figuras hirientes, llenas de crudeza, vida y poesía. Sobre una idea suya de 1897, al volver de Filipinas, había creado una legión llena de paradojas y contradicción en su misma esencia, como Unamuno; de descarnado realismo celtibérico, como Baroja; de sobriedad de frase, como Azorín; de desenfado y aventura, como Valle-Inclán; de poesía solanesca más que machadina; pero sobre todo, de altísima idealidad senequista, de amor a la Patria y a la muerte en perfecta superación espiritual, tan comprensible como aquel su ¡muera la Inteligencia!, siendo un ruidoso intelectual, pese a que intentará disimularlo con simplistas imágenes románticas, muy apropiadas para desertores del hampa que convertiría en "caballeros". Era uno de los seis militares intelectuales del 98, en cierto modo el lírico de esa generación, cuyas semblanzas tracé en otro lugar. Por algo le pintó Vázquez Diaz para su Galería de Intelectuales Españoles.
García Escudero recoge de Juan Aparicio y de Ricardo de la Cierva la idea de que convenía estudiar el paralelismo de Millán-Astray con Unamuno: "Su enfrentamiento fue consecuencia de la similitud de sus temperamentos egocéntricos y teatrales", "El mejor desarrollo del Credo legionario podría ser la obra de Unamuno, y el "¡viva la muerte!", la mejor síntesis de el sentimiento trágico de la vida; los dos hombres parecen confundidos en un irracionalismo común...
Y este el relato que Garate Córdoba hace de lo sucedido en el paraninfo de la Universidad de Salamanca, de la que Unamuno era su rector.
Su adhesión al Alzamiento [Unamuno] había comenzado refrendada con un donativo de cinco mil pesetas a la suscripción nacional, como él mismo explicó a La Prensa bonaerense el 15 de agosto. Desde entonces se sucedieron sus constantes testimonios. El 20 de ese mes, en nombre del claustro de la universidad de Salamanca, que como Rector presidía, dirigió un comunicado a todas las del mundo, denunciando "los hechos criminosos llevados a cabo por los marxistas". Opina García Escudero que fueron frecuentes sus relaciones con Franco, a partir del 1 de octubre en que éste fijó su residencia en Salamanca, con manifiesta simpatía del General hacia el rector. Pero se cansó pronto de su actitud uniforme. El día 12, en la Fiesta de la Hispanidad, hizo el desplante solemne de protestar por el abuso del término "anti España", lanzó el desafío de: "Venceréis pero no convenceréis", e insultó a Millán Astray, allí presente, al decir: "España sin contar las Vascongadas y Cataluña seria tan inútil como un cuerpo manco y tuerto", con lo que desataba las furias del general mutilado mal atadas desde los años de la reconquista del territorio de Melilla, cuando el escritor ofendía a sus caballeros legionarios llamándoles indefectiblemente "cortacabezas" y confundiéndoles en sus enumeraciones de la gente del hampa con "mafroditas", ladrones y busconas. Aquel enfrentamiento no era nuevo. Se habían producido otros antes, en días turbulentos del Ateneo madrileño, porque los dos era ateneístas. Lo explicó así a Gómez Mesías al cabo del tiempo:
Un día hace años, en el Ateneo dijo de mi que yo era un ladrón; que me había hecho rico con los sacrificios y la sangre de los soldados que peleaban en África. Eso no se perdona.
El insulto a su gloriosa mutilación provocó el "¡Muera la inteligencia!" de Millan Astray, escandaloso en un templo de ella, grito que Pemán, presente allí también, aclaró diciendo que fue: "¡Mueran los intelectuales!, ¡los falsos intelectuales, traidores!". Pero el general supo lo que decía, porque el término "inteligencia" había adquirido un carácter restrictivo y sectario desde que Unamuno lo hipotecaba para uso exclusivo suyo y los de su línea, rebelde a todo, los inteleztuales que rendían a la Inteligenzia un culto casi idolátrico.(...) a cada paso salían de sus artículos y discursos tales invocaciones a la supremacía de la Inteligencia con mayúscula, y tan reiterativa y empalagosa deificación de ella, que bastarían para hacernos pensar que Millán-Astray gritó realmente "¡muera la inteligencia!" y no "¡mueran los intelectuales!", como Pemán rectificaba. Así lo dije por intuición y más tarde leí que el general lo había confirmado en carta a Antonio Paso. El distingo no tenia más importancia que la de una impresión personal, reciente y directa. Lo importante fue que uno u otro ¡muera!, con toda la desgravación metafórica que llevan en si, lo lanzaba un evidente intelectual. Millán Astray dijo lo que quería decir, porque preparaba mucho sus "improvisaciones". Por su parte Unamuno tenia un alma, un talante, una mímica y una furia militares. Pues aunque disfrutase gritando ¡viva la vida! y ¡muera la muerte!, cubría con sus gritos la agonía cristiana y el sentimiento trágico que pedían una elevación de su sentida mística y que tenían en el teresiano "muero porque no muero" la emoción hermana del grito legionario. Unamuno, que zahería a Ortega escribiéndole cultura con k. empalagaba tanto por su endiosada Inteligencia, pensada con mayúscula, hipotecándola, incesándosela en cada página, que no es extraño que provocase ansias gástricas a Millán-Astray, intelectual de acción al modo de Maeztu, uno de "Los Tres" fundadores del noventayochismo literario.
Another point of view (from a right-wing biographer) of Unamuno's reply. Quote from "Los intelectuales y la milicia" of José María Garate Córdoba.
Pic: Auditorium with Unamuno (the old man with glasses) and Millán Astray .